Este verano hemos conocido a Elena.
Ella es una de esas personas en las que te gustaría convertirte al llegar a su edad (que no pienso desvelar porque ella tampoco lo haría).
Morena, pero con ese moreno dorado de playa suyo que conserva todo el verano porque va a la piscina a diario. Con unos ojos verdes preciosos, que deben haber roto más de un corazón durante su vida, por lo vivarachos y alegres. Es rubia y lleva el pelo corto y muy bien arreglado. Todos los días lleva un bañador de color diferente, pero le encanta el morado –que le va perfecto- y que conjunta con la toalla muchas veces…
Transmite esa alegría de las personas que han visto y vivido mucho, que ha sacado de cada ocasión lo mejor para disfrutar, aprender y seguir teniendo ganas y fuerzas de hacer cosas nuevas, de arreglarse, de elegir cada día un conjunto que le vaya perfecto y sentirse bien, de escuchar –con sus cascos- esa música romántica que más le gusta, de conocer a gente… le encanta hablar con todo el mundo y siempre nos recibe con un “¡guapas! dadme un beso”.
Pero cuando ves que ya se marcha impecablemente vestida después de haberse duchado, maquillado, perfumado y peinado perfectamente… el único sentimiento que te arrolla es la admiración. Da gusto verla marchar con ese modelazo veraniego verde como sus ojos y que lleva con una alegría y chulería envidiables.
Ella aprendió eso de la actitud es lo importante hace mucho tiempo.